sábado, 20 de noviembre de 2010



• Es algo peligroso, vaya a uno a saber si el precio que pagamos por la memoria vale la pena... Si a veces parece que los recuerdos felices son inversamente proporcionales a los tristes. Pero es que el verdadero peligro se corre cuando decidimos multiplicar los momentos lindos para poder sumar recuerdos felices, y cuando buscamos en otras personas las fuerzas necesarias para dividir los malos tragos, y cargar entre un par una sola cruz. Pero la matemática mental no sirve, los recuerdos van y vienen, aparecen y desaparecen, se esconden pero nunca se pierden. Y entonces, ¿para que quiere uno la memoria? Si a veces nos arroja a un mar de algarabia, y otras tantas nos muestra su feroz poder de retención de aquellas imágenes difusas que alguna vez a tientas grabó, pero que para nuestra desgracia cuanto más nos esforzamos en borrarlas, más nitidas se hacen. Y si no puedo borrar esas caras, no puedo hacer oídos sordos a palabras ya escuchadas, y como hacer para borrarlas? no se puede, ya dije que en el armario de la memoria nada se pierde, todo vuelve. Tarde o temprano ESE recuerdo que te desgarra vuelve a aparecer... y vos tocas a la puerta de los recuerdos felices, y tímidamente salen algunos, como tratando de ayudarte, pero caen trémulos ante el impacto de esas funestas reminiscencias que tus palabras agravan, que tus gestos endurecen... En sí, el molino de la memoria genera continuamente recuerdos, pero el molino gira con el aire de la respiración que exhalas con cada palabra pronunciada,, •

No hay comentarios:

Publicar un comentario